martes, 20 de noviembre de 2007

EL JABLE



¿Porque empezar este blog?. Bien, es una pregunta que no tiene una respuesta única ni segura. Lo empezamos porque nos divierte en determinado momento, pero también por dar a conocer a los demás aspectos de nosotros mismos, y vicisitudes que corremos y que nos gusta compartir. Como veis el nombre del blog es Aventura LT. Pues bien, principalmente lo dedicaremos a nuestras aventuras (las más íntimas no las contamos). Nos gusta el deporte al aire libre, salir a hacer senderismo, rutas en bici de montaña y otras muchas cosas que iremos colgando aquí. No nos enrollaremos más, simplemente empezaremos por contar una de esas de nuestras aventurillas.

Ruta por el jable de Lanzarote. Salimos en nuestras bicis de montaña. El día estaba caluroso y despejado (para estar a mediados de noviembre, no está nada mal). Nuestra idea era salir de San Bartolomé y pasearnos por los caminos de tierra para llegar hasta Soo. Sin duda nuestra primera sorpresa, aunque ya intuíamos que podía ser así, fue que nada más subir en las bicis y meternos en el camino que nos sacaba de San Bartolomé, nuestras bicis se enterraban en la tierra como si de mantequilla se tratase. Bueno….estábamos descansado y nos sentíamos fuertes, no íbamos a echarnos atrás por un poco de "tierrilla suelta". Avanzábamos despacio, dando a los pedales con fuerza para vencer la resistencia. Pronto pensamos que si el camino continuaba así durante mucho rato no podríamos llegar muy lejos. Pero siempre fiel a nuestra frase “la aventura es la aventura”, seguimos adelante. Por suerte, encontrábamos tramos en los que la pista se hacía más ciclable (para bienestar de nuestras piernas). Aún así, era necesario pedalear incluso en cuesta a bajo para evitar quedarnos enterrados.
Así llegamos hasta la carretera que va desde Mozaza a la Villa de Teguise. Ahí empezaba lo verdaderamente bueno. Poco a poco nos íbamos introduciendo en el jable. Cada metro que avanzábamos nos hacia sentirnos más y más en mitad de un desierto. La arena a nuestro alrededor se volvía más clara, dejando atrás el ocre de la tierra y el negro del picón. La tranquilidad y el silencio se hacían más patentes y nuestra emoción iba en aumento. Aparecían de vez en cuando caminos a un lado y a otro de la pista por la que nos desplazábamos, cada cual más atrayente. Pero sin duda nuestras bicis no podrían circular por ellos. Finalmente, nos decidimos por tomar uno que, en un principio parecía que nos alejaría del pueblo de Soo para acercarnos poco a poco a Caleta de Famara, donde decidimos que descansaríamos y comeríamos algo. Sin duda las cosas no suelen ser lo que parecen. Al poco de adentrarnos en esa nueva senda, nuestras bicicletas se enterraban hasta el punto de ser imposible seguir sobre ellas, viéndonos obligados a empujarlas durante casi todo el trayecto. LAS BICIS TAMBIÉN SE ENTIERRAN EN LA ARENA. Para más sorpresa, el camino giraba poco a poco a la izquierda devolviéndonos lentamente al pueblo de Soo y volviéndonos a separar de Famara. Lo aceptamos tal y como venía…total, la aventura es la aventura. Un momento interesante fue ver como de detrás de unos arbustos salían dos hubaras, que corrían de esa forma tan singular por el jable, alejándose de nosotros lo más rápido posible.
Solo cuando faltaba aproximadamente un kilómetro para llegar a Soo, nuestra senda fue a parar a una pista ancha de tierra compactada y pudimos montar de nuevo en nuestras bicis. Así y frente a una pequeña ermita, decidimos hacer nuestro primer descanso.
Nos sentíamos con fuerzas, así que, sin darle muchos rodeos, cambiamos nuestra ruta inicial decidiendo proseguir por carretera hasta La Santa, y regresar a San Bartolomé pasando por Tinajo y Tiagua. Sin duda, la ruta es bonita, pero la subida, eterna desde la Santa hasta Tinajo se hace bastante tediosa para unos principiantes como nosotros. Aún así ya no había remedio y tras pasar por el diminuto puertillo de La Santa, enfilamos la dichosa cuesta. Íbamos integrándonos poco a poco en el paisaje del picón y las tierras de labor, dejando atrás el ensayo de desierto de Soo. No queríamos parar para comer y enfriarnos, viendo lo que nos estaba haciendo sufrir la subida, así que dejamos esto para casi el final del recorrido. Así a tan solo seis kilómetros de nuestro destino y a la salida del pueblo de Tiagua, descansamos nuestras castigadas piernas y aprovechamos para comer algo. La ruta ya estaba casi finalizada. Había valido la pena el esfuerzo, y nos sentíamos gratificados, recompensándonos nosotros mismos con un café (y un dulce en mi caso) en San Bartolomé. Habíamos recorrido casi 35 kilómetros, de los cuales poco menos de la mitad fue a través de las arenas, tranquilas y silenciosas que nos trasportó a otros lugares, a otros mundos donde todo es diferente. Pronto habrá que aventurarse de nuevo.

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